

Ahora, con las últimas subidas, el precio del gasóleo ha roto con la barrera psicológica de un euro por litro. Hasta hace bien poco, estaba en unas tarifas que no llegaban a los 90 céntimos por litro. Además, la gasolina se ha encarecido cerca de un tres por ciento en la última semana y ya supera los niveles que se alcanzaron en junio, cuando el litro costaba 1,10 euros.
Los movimientos masivos de coches provocado por las familias que aprovechan y se desplazan de localidad para disfrutar de unos días de descanso son exprimidos al máximo por las estaciones de abastecimiento, que pretenden sacar beneficio de la situación y apuran al máximo el precio. En concreto, llenar hoy un depósito puede ser hasta casi cinco euros más caro que hace dos semanas. ¿Casualidad?
Pues todos los veranos se repite la misma historia. La evolución de los precios en este tipo de combustible provocó que, en el caso del gasóleo de automoción común, el mismo depósito diésel por el que se cobraba 46,5 euros hoy se puede llegar a pagar hasta 51,25 euros, es decir, un total de 4,75 euros más, dependiendo de la provincia en la que se reposte. A grandes rasgos, desde las petroleras se justifican y argumentan que el motivo por el que se produce esta subida de precio de los combustibles hay que encontrarla lejos de los surtidores de las gasolineras. La culpa es de la subida de los impuestos.