

Sin embargo, también hay que tener cuidado con la persona que eliges para asociarte. Un mal funcionamiento de las relaciones personales puede suponer el principio del fin para la empresa. No está de más que antes de decidiros a asociaros os dejéis claro qué esperáis cada uno de vosotros del proyecto firmando una especie de compromiso verbal.
Lo ideal es que los socios se complementen. Si hay tres socios, lo ideal es que uno sea experto en marketing y ventas, el segundo en temas organizativos y el tercero de temas económicos y de organización. Las relaciones suelen ser más o menos tensas o más o menos buenas dependiendo de las características del carácter de cada uno de los socios. Si las cosas no van bien puede resultar que las malas relaciones se traduzcan en mal ambiente de trabajo y en tomar decisiones marcadas por el rencor y el ego propio de llevar la contraria a tu enemigo.
Todos tienen que estar implicados en el día a día como si fueran un equipo de remo. En cuanto uno deja de dar paladas la barca pierde la dirección y navega más despacio. Y eso no es lo peor. Lo peor es el clima de desconfianza que se crea entre los socios que forman la empresa.
La mejor forma de demostrar fidelidad al negocio es comprometerse con el proyecto desde el principio. No hay que reservar esfuerzos en los momentos iniciales y hay que entregarse a fondo. Resulta fundamental poner por escrito los objetivos comunes que se persiguen y las tareas y obligaciones que asume cada uno.
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