

Este nuevo plan de ayudas será financiado con parte del dinero sobrante de su programa de rescate financiero. Al comienzo de la crisis, el ejecutivo estadounidense aprobó una ayuda para el sector bancario cercana a los 700.000 millones de dólares. De ellos los bancos han devuelto 200.000 millones. Obama pretende utilizar 135.000 de estos millones para acelerar la creación de empleo.
Las ventajas fiscales irán destinadas a que las pequeñas empresas incrementen la contratación de trabajadores. La inversión en infraestructuras por parte del Gobierno también tiene como destino final generar empleo.
Sin embargo, el principal criterio para la toma de estas medidas por parte de Barack Obama parece político. Su popularidad se sitúa, por primera vez desde que tomo posesión de su cargo, por debajo del 50% y en poco menos de un año asistiremos a unas elecciones legislativas. De ahí que intentar rebajar una tasa de desempleo que supera el 10% (por encima del 17% si contabilizamos trabajadores a tiempo parcial y a aquellos que han dejado de buscar empleo) se convierta en objetivo fundamental.
Pero la tasa de desempleo no es el único indicador que ha alcanzado el 10%. El Ejecutivo estadounidense debe enfrentarse además, a otro dato muy preocupante para su economía, el déficit público, que también ha llegado al 10% del PIB. En un principio se suponía que lo que el Gobierno de los Estados Unidos recuperase de su plan de salvación a la banca, iría destinado a sanear sus cuentas, pero el presidente Obama ha decidido apostar por la creación de empleo, una medida sin duda más populista.
Imagen sujeta a licencia CC